Jesús Castellanos
Málaga, 15 de enero de 2010
Permítanme que mis primeras palabras sirvan para saludar al Sr. Director Espiritual, Rvdo. P. D. Isidro Rubiales Gamero y a los señores Delegado de Cultura del Excmo. Ayuntamiento de Málaga, D. Miguel Briones, Excmo. Sr. General D. Juan Antón Ordóñez ya a las autoridades militares de Málaga y provincia. Al Teniente. Coronel del Grupo de Artillería de la Brigada Paracaidista, D. José Luis Montijano Calderón y a la Comisión de la Brigada Paracaidista que hoy nos acompaña, Al Sr. Hermano Mayor de las Reales Cofradías Fusionadas y a su Junta de Gobierno. A D. Rafael Recio Romero, Presidente de la Agrupación de Cofradías de Semana Santa de Málaga. A D. antonio Peraza Alba, vicepresidente del Coelgio de Economistas cuya sede nos acoge, A D. Cristóbal Martínez Fernández, Director administrativo de ONCE-Málaga Al Sr. D. Pedro Navarro, vicepresidente del Colegio Oficial de Médicos de Málaga. A D. José A. Carrascal representante del Colegio de Aparejadores. A los Sres. Hermanos Mayores de Cofradías de Málaga y Alora que nos acompañan, A la Asociación de Veteranos Paracaidistas, A los cofrades y amigos que nos acompañáis en tan singular ocasión y, lógicamente, al escultor Juan Vega autor de la obra que presentamos.
No hace todavía un año cuando en este mismo lugar tuve la oportunidad de hacer la introducción a una imagen de Cristo Resucitado que Juan Vega había tallado para ser venerada en la Capilla del Asilo de los Ángeles.
En aquella ocasión reflexionaba sobre la escuela imaginera malagueña, sobre el papel que en la recuperación de dicha tradición está jugando la Escuela de Arte San Telmo y, más concretamente de su profesor de talla, Suso de Marcos, y de la profesora de dorado y policromía, Capilla López de Villalta, y de las dificultades que tiene el seguir avanzando en este mundo de la escultura religiosa donde uno de sus grandes obstáculos puede ser la propia mentalidad del que realiza el encargo, léase el gusto cofrade. No hay duda que la tensión que se produce entre tradición y modernidad tiene en este campo u singular reflejo. El cofrade, en general, tiene muy claro cuál es el estilo donde
mejor se inserta su sentimiento y el escultor sabe que sin libertad creadora es muy difícil avanzar en la expresión artística. Pero a pesar de ello se pueden ver signos de autenticidad creadora en las obras de algunos de nuestros más recientes imagineros uno de los cuales es Juan Vega.
Decía yo en aquella intervención, con los respetos que me merece aquel encargo y ahora éste, que le había tocado “bailar con la más fea” pues la temática de la Resurrección pone en un verdadero aprieto a quien tiene que crear una imagen que se eleva de la tumba, que se transforma al extremo de no ser reconocida en primera instancia por sus más cercanos, como fue el caso de María Magdalena en aquellas primeras horas de la mañana. Hoy la fortuna parece que vuelve a ponerlo en un trance difícil no porque tenga que imaginar nada sino porque tiene que ser fiel a lo que otro siglos antes creó y, por si fuera poco, porque todos tenemos en nuestra memoria una imagen clara de cómo es el Cristo de Ánimas de Ciegos.
Pero a pesar de estos inconvenientes Juan Vega sabe vencer estos inconvenientes no traicionando su ideal estético, aunque a veces nos sea entendido, sabiendo corresponder al encargo con la profesionalidad de quien sabe que papel tiene que jugar en cada momento.
Si algo le caracteriza a Juan como persona es su humildad. No se vanagloria ni se engríe como dice S. Pablo al hablar del amor y por eso, nada más y nada menos, es tan fácil trabajar con él.
Es consciente de que tiene un verdadero don para el modelado al que cada día le está sacando más partido, jugando con el natural e idealizando sus formas y que ello le permite, sin salirse de los cánones tradicionales apostar por otras expresiones, por otros discursos estéticos. Juan al mismo tiempo es un excelente policromador de esos que saben que la carne no tiene un color sino que es una paleta rica en matices. Que no vale dar color a la pieza sino que es necesario valorarlos para sacar del mismo toda la profundidad que la obra requiere.
Pues bien nuestro autor que ya cuenta con una variada producción que no les voy a relatar, ante este singular encargo ha dejado al lado su particular visión del tema y ha puesto a disposición de las Reales Cofradías Fusionadas exclusivamente su profesionalidad. Por eso esta copia del Cristo de Ánimas de Ciegos se ciñe tan bien al modelo ha querido respetar hasta las, a veces, toscas soluciones formales que le imprimió su autor que no se ya si es correcto seguir señalando a Zayas, pues tras su interesantísima restauración hay elementos que pueden hablarnos de una estética anterior a éste. Juan Vega ha sido fiel hasta el límite. Ha variado escasamente su dimensión pero le ha devuelto lo que entiendo es la forma adecuada de su cruz, la plana, frente a la árborea tan característica de otras estéticas. Yo creo que el mejor halago que puede hacerse de esta copia sería decir que la obra de Juan Vega puede confundir se con la obra original. Éste era su cometido y ésta ha sido la respuesta del escultor ante el requerimiento que en su momento se le hizo.
Pero no puedo dejar pasar esta ocasión que la exposición de esta imagen me ofrece. Bendecida o no, la imagen de este crucificado de Ánimas de Ciegos es ya una imagen sagrada. Lo es por lo que representa y por lo que nosotros sabemos reconocer en ella. Es un Cristo muerto que ahora lo exponemos no para rendirle culto sino para admirar cómo el arte, en este caso la escultura, se ha convertido en un aliado poderoso para anunciar el mensaje de salvación.
El Papa Pablo VI para reafirmar la amistad entre la Iglesia y las artes, un 7 de mayo de 1964, en la Capilla Sixtina obra cumbre del arte universal dijo a los artistas:
"Nosotros os necesitamos. Nuestro ministerio necesita vuestra colaboración. Porque, como sabéis, nuestro ministerio consiste en predicar y hacer accesible y comprensible, es más, conmovedor, el mundo del espíritu, de lo invisible, de lo inefable, de Dios. Y en esta misión... vosotros sois maestros. Es vuestro oficio, vuestra misión; y vuestra arte consiste en aferrar del cielo del espíritu sus tesoros y revestirlos de palabra, de colores, de formas, de accesibilidad"
Y este mismo Papa, cuando se clausuraba el Concilio Vaticano II dirigiéndose a los artistas les decía:
"A todos vosotros la Iglesia del Concilio os dice con nuestra voz: ¡si sois amigos del verdadero arte, sois nuestros amigos!"
Y no hace muchos días, concretamente el 21 de noviembre pasado el Papa Benedicto XVI dirigiéndose a los artistas del mundo les decía:
“La belleza, desde la que se manifiesta en el cosmos y en la naturaleza hasta la que se expresa a través de las creaciones artísticas, a causa de su característica de abrir y ampliar los horizontes de la conciencia humana, de llevarla más allá de sí misma, de asomarla al abismo de lo infinito, puede convertirse en un camino hacia lo trascendente, hacia el misterio último, hacia Dios.”
Por eso que nadie se escandalice ni hipócritamente cuestione si es o no propio que una imagen sagrada esté presente, como aquí y ahora, en una exposición o en una presentación. El visitante, el observador puede reconocer en ella el arte pero también puede ser capaz de trascender al simple sentimiento estético y llegar a decir, como señala Hermann Hesse que "Arte significa: dentro de cada cosa mostrar a Dios".
Pero hay una segunda cuestión que no puedo dejar atrás:
Por qué se talla esta imagen. A quién le interesa tener cerca en estos tiempos a una imagen de Jesús Crucificado.
Creo que todos conocéis mi posición ante las representaciones de entidades civiles o militares en un cortejo religioso pero creo que si nos instalamos solamente en lo que en un momento histórico significaron las mismas estamos perdiendo la oportunidad de reconocer que en la historia hay cambios. Que no podemos quedar anclados por la memoria de unos hechos que nadie puede justificar.
La imagen que las Reales Cofradías Fusionadas van a regalar al Cuerpo de Paracaidistas para que presida la capilla de su acuartelamiento en Paracuellos del Jarama no es más que la respuesta generosa a una solicitud sincera y llena de fe que puede recordarnos la solicitud de aquel centurión en el que el propio Jesús encontró la fe más grande de Israel.
Si alguien ve en esta solicitud o en esta generosa respuesta una nostalgia desfasada con los tiempos que corren o no conoce la interioridad de algunas corporaciones cofrades o quiere ver la paja en ojo ajeno tan del estilo de cierto grupo contemporáneo de Cristo.
Allí en tierras madrileñas el Cristo de Ánimas de Ciegos seguirá siendo consuelo de aquellos que con limpieza de corazón se acerquen a Él. Allí lejos de esta ciudad que lo nacer a mediados del siglo XVII y ahora lo ha contemplado renacer para trasladarse allí, a aquel cuartel, a aquella casa donde muchos pensarán que no es digno de entrar, como también pensaba lleno de amor por el siervo, por el subalterno quien se acercó a Jesús para pedirle su salvación.
Cristo de Ánimas querido y recordado por esa tropa que lo custodia, lo traslada y lo acompaña en nuestra ciudad. Referencia última para el último momento, fin último cuando la muerte llega. Imagen querida y solicitada y generosamente donada.
Representación de quien muerto nos da la vida.
Qué bello es oír cantar tras de ti:
Tú nos dijiste que la muerte
no es el final del camino,
que aunque morimos no somos,
carne de un ciego destino.
Si caminamos a tu lado,
no va a faltarnos tu amor,
porque muriendo vivimos
vida más clara y mejor.
Puede ser simple casualidad pero a veces la Providencia se viste de lo que nosotros creemos azar. Puede ser casualidad pero qué bello es que la imagen del Crucificado de Ánimas de Ciegos llegue al Cuartel Paracaidista y allí se bendiga y lo bendiga Él con su presencia precisamente el día que celebramos la festividad de la Reina y Madre de la Paz.
He dicho.